MultiDiálogos

¿QUE ME HA DADO LA LITERATURA?
(páginas 201 - 211)

 

Pepita Turina

PTurina.—¿QUE ME HA DADO LA LITERATURA? Irrealización. Para mí escribir ha sido un mal irremediable. Cuando se inaugure por primera vez —y ya debiera hacerse— “el salón de los rechazados—, como suele disponerse con los, pintores no admitidos en los salones oficiales, o “la carrera de los perdedores”, como suele hacerse con los caballos que jamás ganan, bien puede que me toque figurar, para ser valorada como ganadora de rechazados, o de perdedores. ¿Por qué llegué a ser escritora? No por sentirme importante, ni para ganar dinero. Porque siento afición de curar, porque soy filíatra, porque siento afición de curarme a mí misma, porque soy egofilíatra. Lo más acertado ya ha sido escrito. Y no por mí. No, sólo que ese esplendor que escribieron otros no tenía el temblor de mis yemas, ni era la sangría para mis tensiones. Peor que los príncipes hemofílicos, de cada roce brotó la sangre de las palabras. Las páginas escritas han sido para mí mucho más liberación que las confidencias en el diván del psiquiatra —al que no consultaría jamás— o en el murmullo del confesionario al que me acercaron en la puericia.

VictoriaOcampo.—Escribo por muchas razones. Escribo para comunicarme primero. La palabra hablada me deja insatisfecha. No soy verbal La presencia de un interlocultor me perturba, increíblemente, como si yo fuera un instrumento muy sensible que registrara, a la manera de un termómetro la temperatura, las ondas del pensamiento ajeno, inexpresado aún. El instrumento se altero bajo el impacto de esas ondas. Por eso el escribir, que es como el nacer y el morir, un acto solitario, me es indispensable para ver mi propio pensamiento y expresarlo, casi diría para saber yo misma lo que pienso.

PTurina.—¿Es que existe un sistema único para leer y escribir bien?

Alone.—El secreto de lo que no se aprende: hay que nacer con él y dejarse guiar; se necesita recibido y obedecerle humildemente, como el que escucha una voz, sin vanidad ni lucimiento, como el que palpa a ciegas el fondo mismo de la naturaleza humana.

PTurina.—El primer escritor importante que me fascinó fue Gabriel d’Annunzio con su novela “Quizás sí, quizás no”. Yo escribía necedades antes y después de esa fascinación. Ninguna frase mía se parece a las de d’Annunzio. ¡Cómo iban a parecerse! Para aprehender tal redacción me faltaba el hálito interior de ese estilo. No podía alcanzar- el vuelo de un conquistador del poder de la palabra. Sólo me era posible redactar frases vulgares, proyectar lo incierta. Más tarde, cuando escribía un poco mejor, las “Hojas de Hierba” de Walt Whitman me envolvieron con más permanente preferencia. Un poeta. Y yo nací prosista.

JoséRicardoMorales.—La aparición del escritor, de acuerdo con su rigurosa posibilidad de escribir por sí mismo, es muy tardía respecto del poeta y el dramaturgo. En ocasiones, los poetas y los dramaturgos se hallan más cerca del profeta que del escritor y se diría que aceptan o requieren la escritura como un mal necesario. A diferencia de ellos, el escritor no dialoga, ni canta, cuenta. El escritor aparece con la prosa.

PTurina.—Lo subjetivo de mi expresar era y es independiente de los efectos que me producían y me producen los demás escritores, escritores desemejantes que mi hambre de leer, jamás apaciguada, me ha hecho devorar. De-vo-rar, esa es la palabra. El tumulto de mis lecturas, la lectura fluente en el menor tiempo posible, me señalan como una lectora panorámica que descubrió, la lectura veloz mucho antes de que esto fuera un sistema que elimina el ripio, y que coge de cada página la esencia de lo esencial.

AndréMaurois.—La frecuentación asistemática de los libros más dispares, han sido la raíz de mi estilo y el origen de mis conocimientos.

PTurina.—Es necesario el camino para llegar al horizonte. Ese afán de publicar los primeros escritos bastante defectuosos no es sólo mía. Pocos escritores empiezan siendo excelentes. Jorge Luis Borges publicó en un libro titulado “Luna de enfrente”, torpe y de meritorias poemas de comienzo: Vicente Huidobro tiene un libro con horrendos poemas a la Virgen del Carmen, Walt Whitman fue mi mediocre escritor hasta los cuarenta y cinco años. Holthusen, un estudioso de Rilke, demuestra asombro de futuro excelso de un poeta que de joven escribió tantos poemas que sólo demostraron facilidades para versificar sentimientos banales; Stefan Zweig asegura que Erasmo no fue desde el principio el gran escritor que llegó a ser y que un hombre de su carácter tiene que hacerse viejo para actuar sobre el mundo: y Ortega y Gasset, refiriéndose a Platón, descubre que el filósofo tuvo una mente de lento desarrollo y que, no arribó a la madurez si no cuando ya había pasado la de su vida, después de los sesenta años. Plotino supo esperar: no se decidió a escribir hasta muy tarde, a los cincuenta y un años.

LuisSánchezLatorre.—Horrible vida la de los primeros pasos. Todo es ambiguo, contradictorio, nada sale bien. ¿Qué es ser escritor? ¿Todo? ¿Nada? A menudo pienso que lo es todo. A menudo pienso que no es nada.

PTurina.—El pensar bien no siempre es una condición para expresar bien.

Pericles.—El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa está al mismo nivel del que no sabe pensar.

PTurina.—Mi lengua tiene 200.000 vocablos —o algo así— de todas maneras son pocos e inexactos. Es un hecho la tortura de pensar bien y expresar mal Escribir puede ser un agrado sin alegría. El escritor, además, escribe para ser leído y entonces tiene que complacer a otros. ¡Qué misión peligrosa e insegura!

JoséRicardoMorales.—El escritor lo hace para ser leído. Aún diré más: escribe a partir de la lectura. Y si no les parece un despropósito, afirmaré que el escritor es su primer lector.

PTurina.—Los escritores no son tan importantes como se creen. Sólo complementan formas del quehacer del hombre.

FrancisScottFitzgeral.—He llegado sólo a ser un escritor.

PTurina.—Los escritores, todos, debiéramos decir lo mismo.

LeopoldoMarechal—Para mí la literatura no es lo primordial. Nunca lo fue. Lo primordial es vivir, y la obra literaria no puede ser sino una consecuencia del vivir.

PTurina.—Somos, como seres humanos, una parte ínfima del Cosmos, pasamos por igual sobre la tierra seamos célebres o no, desconocidos o no. Y tenemos lo esencial: la vida.

PabloPicasso.—El artista es sólo una diminuta parte del Universo, y no debiera recibir más atención que cualquier otra cosa de las que en la Tierra nos proporcionan belleza, alegría y sensación de plenitud.

PTurina.—Los escritores formamos un peso de papel que ya no soportan las bibliotecas agobiadas.

Saint-JohnPerse.—Un libro más es un árbol menos.

PTurina.—El dinero como la escritura son obra de los hombres. No pertenecen al mundo natural. Es lo que enriquece y condena.

Tennyson.—Si pudiéramos comprender una sola flor, sabríamos quiénes somos y qué es el mundo.

PTurina.—¿Tengo más placer que hábito de escribir? ¿O tengo más hábito que placer? Son preguntas que me hago y no he dilucidado las respuestas. Sólo sé que no llevo la mete en blanco, y que las palabras me persiguen.

AndrésSabella.—Cristóbal Sholes inventó la máquina de escribir y con su invención dio realmente alas al espíritu, porque en la comodidad y rapidez de la escritura las ideas viven en una generosa fecundidad. Con la aparición de la máquina de escribir se concluyó el reinado de la pluma, terminando por arrugarse, definitivamente la gloriosa “frase hecha” de nuestros abuelos inspirados, valiente expresión de voluntad creadora: —Tomo, la pluma y te escribo... En nuestra máquina de escribir duerme el duende de la literatura. Basta que nos coloquemos frente a sus tipos, para que el duende principie sus cabriolas y nos venza. El poeta José Pedroni dedicó a la máquina de escribir uno de los más hermosos poemas de su libro “El Pan Nuestro”, porque: En su teclado están todas / las palabras del mundo: / las dulces, las amargas. / Están todos los nombres / de las mujeres amadas...

PTurina.—La máquina de escribir acomoda, alinea, ordena el horror de muchas caligrafías cada día peores por los nervios, el apuro, la angustia de escribir. Además, es disimuladora. No es un gesto, como la caligrafía. Nadie podrá interpretar el estado de ánimo ni el carácter por las letras que presta la máquina de escribir. Para mí es la arregladora del desorden, de los papeles mil que acumulo con apasionamiento en cualquier tiempo. ¡Si alguien los viera! Con la máquina de escribir me “veo” más publicable. Con los escritos a máquina nos acercamos hoy a la imprenta, al editor y podemos arreglada indumentaria a los tormentos. Nadie podría hacer un MultiDiálogo (lo último y preferido de mis escritos), del entreveramiento caótico dé mis apuntes y recortes acumulados, no en una sino en cien partes. Podrían estar hasta en el cielorraso como los antiguos papeles matamoscas, para mirar mis ideas cazadas y las de otros colgando sobre mi cabeza.

JorgeLuisBorges.—Hawthorne no dejó de sentir nunca que la tarea del escritor era frívola, o lo que es peor, culpable. En el prólogo de la "Letra escarlata", imagina a las sombras de sus mayores mirándolo escribir una novela. El pasaje es curioso. “¿Qué estará haciendo? dice una antigua sombra a las otras. ¡Está escribiendo un libro de cuentos! ¿Qué oficio será ese, qué manera de glorificar a Dios o de ser útil a los hombres, en su día y generación? Tanto le valdría a ese descastado ser violinista”.

PTurina.—Cómo estamos llenos de necesidades innecesarias, los escritores seguiremos escribiendo, como los hacedores de cremas para rejuvenecer, como los alquimistas buscando oro en sus combinaciones químicas, como... ¡qué letanía inacabable sería enumerar todas las necesidades innecesarias que tenemos!

IsaacBashevis.—Estoy seguro que la literatura algún día cederá en favor de otro medio de expresión. Inclusive llegará el día en que nos comunicaremos sin necesidad de palabras. Se habla y se escribe mucho en este mundo y se logra muy poco. El noventa por ciento de lo que se escribe es basura. Podría tirarse sin que la civilización pereciera. Esa basura acumulada puede llegar a convertirse en un peso insoportable. Jesús nunca escribió y sus palabras han persistido.

PTurina.—De lo inaccesible entrega el escritor lo accesible por ese imperfecto medio de comunicación que es escribir. Las palabras no están hechas de los matices suficientes ni de las capas de intensidad para reflejar los procesos del vivir. Nada quisiera ignorar de lo que me ha sucedido. Quiero tener conmigo el impacto del presente inacabable, con el enriquecimiento de la conciencia. El pasado, cada vez más inmenso, más pleno de segundos, acumulan el revivir. Y el revivir sin añoranzas es el mío. Quisiera ser joven, pero no añoro la juventud perdida. Solamente quisiera que la juventud me durara todavía no volviendo a los años jóvenes, en que faltaban los segundos de ahora, las maduraciones y los revestimientos. No estoy hecha para el tiempo. Estoy en el tiempo. Cuando fui a Europa por primera vez escribí un libro de viajes, todavía inédito. Al empezarlo anoté: 100 días, 2.400 horas, 144.000 minutos, 8.400.000 segundos. Lo titulé: OCHO MILLONES DE SEGUNDOS EN EUROPA. Un escritor francés había titulado un libro sobre las Cataratas del Niágara SEIS MILLONES OCHOCIENTOS MIL LITROS POR SEGUNDO. No sólo yo, entonces, contaba el suceder por segundos. Y estos ocho millones se alargaron a trece millones, con otro viaje a Europa. Y ahí están esas páginas inéditas y ya desactualizadas. Para hacer el libro de viajes plegué los recuerdos mostrando algunas caras del pliego. En diez, en mil, o en millones de páginas no iba a estar mi experiencia. La experiencia no tiene palabras es metafísica. Endurecí mis recuerdos, los ordené para hacerlos entendibles. La yuxtaposición, el desgarramiento y la embriaguez de la realidad se puso un traje de palabras. Un traje que ordenó lógicamente los recuerdos, tan huyentes del lenguaje gramatical. Los verbos tienen un tiempo pretérito, futuro y presente. ¿Cómo se pueden utilizar? los sustantivos, los adjetivos se prestan para dar tono a los recuerdos y hacerlos desfilar bajo una luz ordeñadora que, aún dejando sueltos los rayos dispersos de la autenticidad, las luces cegadoras, las tinieblas entreveradas y cortadas por relámpagos, son más fieles. Los verbos no. La rigidez de la lógica está en los falsos tiempos verbales que hacen cómplice de la más grande de las falsedades: el orden de los recuerdos inefablemente desordenados. Procediendo de la amplitud del caos. embalsamé los recuerdos, apretando entre palabras, como entre vendajes, el cuerpo abstracto de lo que ya era mente. Mis recuerdos no hieden porque no mueren, Utilizo artes de embalsamador para hacer durar algo que no es cadáver, sino la proteica  transformación de la memoria.

CarlJung.—No olvidar es tener conciencia.

PTurina.—Para aprender no hay qué olvidar. Vivo más para recordar que para olvidar.

JorgeLuisBorges.—A lo largo de mis años he profesado / la pasión del lenguaje. / No acabaré de descifrar las antiguas leyendas del Norte, / no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;./ la tarea que emprendo es ilimitada y ha de acompañarme hasta el fin, / no menos misteriosa que el universo / y que yo, el aprendiz.

PTurina.—Escribo a pesar de todo, a sabiendas de que comunico imperfectamente, pero quiero hacer durar ciertos asuntos y prolongar el eco de los segundos, en Recuerdos, en palabras, a pesar de los arrepentimientos. Me gustan las palabras, quizás todas; hasta las onomatopeyas que intentan copiar el ruido de algo: del agua. glu glu; del reloj, tic tac: las escatológicas que son el estallido de un estado de ánimo. Presupongo que tengo algo que decir. ¡Creer que se tiene algo que decir!

LaBruyere.—Ya se ha echo todo, y hemos venido demasiado tarde después de siete mil años que hay hombres que piensan.

PTurina.—¿Por qué se llega a ser escritor? Alguien dijo: —“Por cobardía”. Tal vez. Si se saliera a la calle a lanzar un grito o a pegar un puñete no habría escritores. Las páginas escritas son mucho más liberación que todo gesto, que todo ademán, que todo llanto. Las lágrimas de los escritores no son las que corren por los surcos de las mejillas y que se enjugan con un pañuelo. No son otras que la s p a l a b r a s que licua la caligrafía,  que alinea la máquina de escribir, que mastica la imprenta. Son las que se desplazan a otros ámbitos cuando el que las escribió ha dejado ya de llorar. Las lágrimas llevadas a la imprenta se fotografían para el proceso del Offset, o se derriten en el plomo de las linotipias, o se acomodan en los dedos de los tipógrafos. Las palabras cambian de ropaje, alejándose de aquellos que las vertieron en el papel original. Y cuando vuelven a las manos que las l l o r a r o n, un par de ojos las miran primero y después muchos ojos que se mueven sobre el desfile carnavalesco. Y si un niño fantaseador las mira, es capaz de descubrir la forma de una lágrima en el óvalo de una O. No sé si habrán escritores que no han llorado palabras, no sólo. por el drama que significa vivir, sino por la dificultad de encontrar las palabras justas. ¡Cómo lo supieron Flaubert, Joyce, que eran capaces de redactar s ó l o  u n a  f r a s e después de intensas horas de trabajo!

FranzKafka.—(Escribió cierta vez a su padre): —Toda mi literatura se refería a ti. Después de todo, lo único que hice en ella fue llorar lo que no pude llorar sobre tu pecho.

PTurina.—Estas lágrimas son las que editan los editores, las que los libreros venden, las que los lectores compran, las que clasifican los bibliotecarios.

 

 

 

Las palabras - Tenemos más sentidos que los cinco - El tacto - El gusto - El oído * - El olfato -  La vista - El sol y su marcha fue el primer reloj del hombre - El dinero * - El gato - El futuro - El pasado - El presente - El fracaso - La muerte - Dios - Conócete a ti mismo - La consistencia del ser es individual - La cama - Los números * - Los colores - !Los colores secretos! - El amor * - Es "letra" de mujer - La alfarería * - El niño en sus juegos - Juguetes de lujo * - El impulso destructivo - ¿Existe literatura infantil? - Las historietas * - En los ojos del niño - Que clase de pintor puede ser un niño * - Los límites y las revelaciones de las palabras - ¿Qué me ha dado la literatura? - Temas entreverados 

 

 

 

 



 

© Karen P. Müller Turina