MultiDiálogos

EL IMPULSO DESTRUCTIVO
(páginas 145 - 149)

 

Pepita Turina

PTurina.—EL IMPULSO DESTRUCTIVO y constructivo se halla igualmente en la expresión del juego. Entre las actividades “terribles” de la infancia se encuentra la de romper. Olvidando nuestra infancia creemos que siempre hemos, sido "maduros”, incapaces de producir destrozos. El niño ignora lo que debe hacer, sólo sabe lo que quiere hacer. Los padres, desean que los juguetes comprados como regalo de cumpleaños, o en la Navidad, duren siquiera hasta el otro año.

BaccioSalvo.—Tan entretenido como mirar a los niños con sus juguetes una vez abiertos los regalos, son las observaciones de los padres: ¡cuidado, no lo hagas tan fuerte!, ¡Sé un poco más cuidadoso!, ¡Cuidado, te digo, lo vas a romper

y el Viejo Pascuero, no volverá nunca más! ¡Cuándo será el día que aprenda a jugar como la gente!

PTurina.—El niño siente el impulso y lo realiza. No tiene, la mente formada para dominar sus deseos, sujeta la mano que se estira para apropiarse de lo que no debe, ni para no romper lo que debe cuidar. Si se pudieran detener los arrebatos, infantiles no necesitaríamos educar, formar, esperar hasta que el niño crezca para que su comportamiento deje de ser infantil.

RamónClarés.—Cabe considerar que el niño agresivo no sabe que lo es, no tiene conciencia de serlo (como lo tiene el adulto), lo mismo el tímido, el valiente o el amoroso infantiles, ignoran sus condiciones en cuanto a conocimiento de sí mismos.

PTurina.—El niño tiene derecho a cansarse de lo tan deseado —como nos cansamos todos hasta de lo placentero—, sólo que el reacciona incivilmente y bota un libro por el balcón, mientras nosotros, que hemos aprendido a dominarnos, lo regalamos o lo dejamos ocupando un espacio en un anaquel, y si tiene apariencia bonita lo dejamos como adorno. Para el niño los adornos son inexistentes, nada le importan las apariencias.

BaccioSalvo.—Un niño en posesión de un juguete inmediatamente desea transmitirle “su” movimiento. Que responda a sus menores indicaciones. Cuando esto no sucede, el niño intrigado recurre a la violencia, destruyéndolo. Pero la base de esta actitud no es agresividad o afán destructivo sino que quiere averiguar en qué consiste aquello que no permite al juguete recibir sus órdenes. Y cuando se trata de juguetes mecánicos, la inventiva del niño se sobrepone al movimiento del juguete y éste termina hecho pedazos.

PTurina.—El niño de meses ya deja caer repetidamente su cascabel al suelo. Se apropia de lo que alcanza y si tiene deseos de romperlo lo rompe. El niño necesita golpear. Para él es un goce y no tiene idea que es un desagrado para otros que aporree el piano, golpee artefactos, y aún insiste en utilizan el tambor que se le regaló, en horas inadecuadas. ¡Pensar que el niño debe saber las horas en que puede o no meter bulla! Lo incita el desarrollo gradual de su fuerza física, el ejercicio de sus músculos, especialmente los de sus manos. Cómo quiere hacen más de lo que es capaz produce los desastres. El niño que astilla una madera siente la satisfacción del carpintero. La niña, por bañar a su muñeca no mojable la deshace. ¿Sabía ella que hay materiales no mojables? Imitan inhábilmente. Dan vuelta floreros desparramando flores y agua, quebrando el tiesto. porque han querido “arreglar” el ramo de flores, como han visto hacerlo. Quiebran tazas y platos por querer lavarlos, secarlos. ordenarlos. Así, presenciamos que un niño sabe abrir y no cerrar una llave de agua y la abre sin importarle no saber cerrada. Las llaves lo manejan a él, mientras la casa se inunda. En su mente, el problema de la destrucción es inconcebible.

D.H.Lawrence.—Algunos niños dejan caer fríamente todo lo que está al alcance de su mano, desde el borde de la cuna o de la mesa. Dejan caer los objetos fuera del campo de su visión; el aniquilamiento puro y simple del objeto exterior.

PTurina.—Romper, incendiar, producir catástrofes no significa para el niño crueldad ni destrucción. En Londres, según una publicación de prensa en 1988. un. niño de 4 años —Robin Blixen-Pinecke— decidió enseñarle a fumar a su oso de trapo. Resultado: un incendio en la casa de la baronesa sueca Von Blixen-Pinecke. Robin fue salvado por los bomberos, muy confundido por las consecuencias de su juego y por la resistencia del oso a sus instrucciones. El oso no aprendió a fumar. El incendio destruyó todos los juguetes de Robin. En otras ocasiones, por exceso de amor a los animales, los niños terminan matándolas. Los animales sufren cuando el niño los aprieta demasiado, cuando al perro le agarran la cola, cuando quieren pellizcarlo, cuando varios pequeños tiran al mismo tiempo unos para un lado y otros para el contrario. Muchas veces el niño se asombra de lo que es frágil. Cuántos, al golpear jubilosamente el vidrio de una ventana, lo hacen demasiado fuerte y lo rompen. Entonces lloran, se asustan, se compungen. El destrozan es inexperiencia, inhabilidad. El niño obedece a los impulsos, apartado del mandato cerebral. Es el inhábil prestidigitador de la magia que lo rodea. Se asombra frente a los accidentes impensados, a la destrucción de algo, cuya única intención era manipularlo, o mandarlo, como a él se le ocurría que podía hacerlo. El no quiere en verdad deshacer, sino hacer. Y deshaciendo hace, realiza su crecimiento, su desarrollo su experiencia. Si quiebra cristales, loza, objetos valiosos es por eso, y no porque es "monstruo". Arrastrar un mantel y botar y quebrar todo lo que hay sobre él en una mesa, significa que ha crecido que se podía sacar el mantel dejando intactas las cosas de encima. Cuando tira el mantel de una mesa  para acercar algo que está lejos, tampoco se divierte al producir quebrazón. Quisiera volver a armar lo desarmado. El destrozo no lo considera definitivo. El gran destrozo lo juzga como pequeño. Karen de 7 años, rompió un gran cristal exterior de su casa, lanzando una bolita. El choque se produjo en la parte baja y ella tranquilamente dijo:—"Se rompió un poquito allá bajo". No consideró roto el cristal sino el "insignificante" agujero hecho en una esquina inferior. ¿Existe el niño que hace daño con objetos preconcebido: el de disgustar a los padres, a algún familiar a algún enemigo? ¿Subsiste para él, el enemigo de quien hay que vengarse? El niño pequeño no guarda rencores, pronto sonríe y se acerca para que lo acaricie la mano que lo castigó justa o injustamente.

 

 

 

 

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© Karen P. Müller Turina