MultiDiálogos

QUÉ CLASE DE PINTOR PUEDE SER UN NIÑO
(páginas 178 - 192)

 

Pepita Turina

PTurina.—QUÉ CLASE DE PINTOR PUEDE SER UN NIÑO: sólo un inhábil, en que sus ojos poco razonables —porque él todavía, no razona, o razona como niño— distinguen apenas unos pocos colores, entre los diez mil matices del espectro cromático que notan los adultos, en que sus percepciones, conocimientos y experiencias visuales incipientes, sumadas a su impericia motriz, le hacen trazar las primeras líneas sólo en carácter de movimiento, en aquella edad en que sus dedos adquieren el poder de apretar entre ellos un lápiz.

RudolfArnheim.—Así como los niños no pueden hacer blanco con un arma porque carecen de la concentración de la mirada y la firmeza del pulso que posee un tirador adulto, tampoco sus manos y sus ojos tienen la habilidad necesaria para acertar con las líneas adecuadas mediante lápices y pinceles. Es enteramente exacto que en los dibujos infantiles no se advierte un control motor suficiente.

PTurina.—Apenas la mano de un niño de dos años descubre el manejo de un lápiz peligran hasta las más impensadas superficies: paredes, muebles, suelos, ropas. Al darle la superficie adecuada —el papel— las rayas se entrecruzan hasta más allá de la hoja. Ningún margen, ninguna medida, detienen la actividad del bisoño dibujante. Y vienen los 3, los 4, los 5 años en que los balbuceos con el lápiz van superándose hacia niveles más diestros, en los que entra el juego de la muñeca y de los dedos. Y el dibujo va cambiando hacia la objetividad rudimentaria: el sol, la casa, flores, nubes, paisajes cándidos, animales, rostros con piernas que nacen de la cabeza. El niño dibuja la flor antes que el árbol, siendo que el árbol es más grande y se ve más.

KarlKoch.—Dibujos espontáneos de árboles no se obtendrán antes de los cuatro años.

PTurina.—Las primeras imágenes humanas tienen algo de insectos. Cefalópodos, renacuajos, se las ha llamado. Cuando representa un ser humano con cabeza y extremidades faltándole el tronco, nadie puede decir que nos ve sin tronco.

RudolfArnheim.—Indiscutiblemente los niños ven más de lo que dibujan. A una edad en qué distinguen fácilmente a las distintas personas y advierten el más mínimo cambio en un objeto familiar sus dibujos son aún sumamente diferenciados.

PTurina.—Hay percepciones visuales, conocimientos visuales y capacidades manuales que el niño no puede tener.

RudolfArnheim.—En la etapa del garabato, la mano del niño oscila sin levantar la mano del papel.

PTurina.—El niño no dibuja lo que ve sino lo que puede diseñar. Nos ve con vestido y nos pinta desnudos. Tenemos piernas y brazos bien contorneados y aparecemos con brazos y piernas de palillo. Nuestro cabello esta arreglado en rizos abundantes y nos coloca cuatro rayas de alambre en la coronilla. Si dibuja nuestras manos las hace sin dedos o con rayas irradiantes, o redondos y cortos como pétalos de una flor. Y los dedos no son cinco sino un número indiferenciado. El resultado nada tiene que ver con el “retrato” que nosotros pedimos. No es que el pequeño nos ve “así” como pinta. No es vo-lun-ta-ria-men-te inexacto, sino in-fan-til-men-te equivocado. Le falta capacidad retiniana y muscular para pintar de otra manera. Los pintores adultos “ven” cómo es la expresión de la mirada de su modelo y no la pueden pintar, cuando no tienen talento pictórico. La difícil mirada, la difícil sonrisa, el “aire” de la persona suele faltar hasta en los expertos. Las intenciones representativas quedan tantas veces, sólo en intenciones. La objetividad, “perfecta” es madures. El genio es objetividad perfecta, aseguraba una frase escrita con grandes caracteres, a la entrada de una valiosa exposición hecha hace algunos años en el Palacio de Bellas Artes de Santiago de Chile. La vida incipiente del niño, su percibir y su saber, su experiencia poco madura limitan cualquier tipo de expresión, no sólo artística. Sus  conocimientos son ingenuos. El niño distingue a los hombres de las mujeres, pero ¿por qué? Un hermano mío, que tenía de amigo a un niño se extraño de que le gustara pasar todos los días, horas aliado de él. Y al preguntarle cuál era él motivo el niño confesó: Porque eres hombre. ¿Y cómo sabes que soy hombre? —le indagó—. Porque usas corbata respondió ufanamente.

KateMoslé.—Las pinturas de los niños son la expresión de lo instintivo, pero realizado espontáneamente con los medios técnicos de la pintura. En ninguna otra etapa de la vida se encuentra el hombre tan saturado de lo instintivo como en la primera infancia, entre dos años y medio y cinco, y en ningún otro momento puede expresar lo instintivo con tanta sinceridad. Hay que dejar la libre elección del material, entre una suficiente variedad de colores. Es importante no preguntar al niño acerca del sentido de sus dibujos.

PTurina.—En la infancia son los dedos más que el alma, más que la mente receptora los que cogen al lápiz trazador. La función gráfica del niño es un aprendizaje. No señala vocación. El niño siente un enorme placer en expresarse gráficamente porque no tiene autocrítica y ninguna conciencia de artista mal expresado lo inhibe. No se atormenta por un mal resultado. Llega un momento en que pone nombre a sus cuadros. Mi hijo, desde sus primeras figuras, empezó a dibujar dos. Nunca hizo una sola. Daba la impresión de que se contentaría con la primera figura. La miraba un rato, la dejaba sola unos instantes. Enseguida, en un rincón, o al lado, cerca o lejos, aparecía otra muy similar, y hablaba: "Para que no esté solo" o "los dos amigos" y otras explicaciones semejantes. El no estuvo nunca solo, ni en el claustro materno (era mellizo con una hermana). ¿No concebía la soledad? La interpretación de la pintura infantil, en relación con sus indicios tiene desaciertos.

RamónClarés.—He probado, o por lo menos lo he pretendido, que los estados intrapsíquicos del niño, son transferidos al papel o a la tela o expresados gráficamente.

PTurina—¿La temática del niño tiene la importancia particular que explica las tensiones y las particularidades del yo? ¿Con ella demuestra un ansia delatora de conflictos emocionales? Marcado escepticismo se manifiesta en muchos observadores, para aceptar que las casas que pintan los niños, porque tienen o no jardín, porque tienen chimeneas con humo o sin humo, porque tienen puertas y ventanas cerradas o abiertas, significan seguridad o inseguridad, protección interior en lo cerrado, amplitud hacia la realidad externa en lo abierto. Se ha interpretado que cuando el niño representa una escalera por la cual ha de subirse para entrar a la casa, significa una imagen negativa del hogar, que cuando pone sombrero o cinturón a la figura dibujada está invistiéndola de autoridad dominante y que la persona pintada más grande es la que prevalece en su vida, y la más pequeña es como una subestimación. Y si al exponer escenas familiares, falta el padre, por ejemplo. y siempre aparece la madre, hay serios motivos en este olvido. ¿Es posible considerar que los dibujos de los niños son “verdaderas súplicas de comprensión?” No cabe duda de que ciertos niños, en estados intrapsíquicos muy perturbados transfieran al papel sus problemas. Pero los dibujos de los niños normales constituyen un aspecto del juego y de las etapas del crecimiento. Con sus trazos el niño complementa los gestos, amplía el lenguaje hablado. Su grafismo muscular empieza mucho antes de que la enseñanza lo dirija a trazar letras y números. En la edad del garabato el movimiento de sus brazos produce trazos ininteligibles. La magia que todo lo trastrueca está en las pequeñas manos que mueven la fantasía de su expresión.

RudolfArnheim.—El adulto particularmente cuando es un psicólogo de niños, tiende a interpretar los brazos extendidos como un ademán de desesperación, una declaración de rendición. En realidad la posición no es sino la representación visualmente más clara de que hay una diferencia de dirección entre los brazos y el cuerpo del que parten. Han utilizado dibujos de niños como instrumentos de diagnósticos. El psicoanalista que supone que el niño comienza su obra artística con círculos porque recuerda los senos de la madre, primer objeto importante de su experiencia, olvida las condiciones motoras y visuales que dan ventaja al círculo. Hasta la fecha se ha enfatizado unilateralmente al arte como expresión de emociones, conflictos, necesidades y otros cosas por el estilo.

PTurina.—El niño no pinta obras de arte. Carece de la expresión de un pensamiento artístico. Es intelectual. Su motivo de expresar es pobre de sugerencias emocionales, de ansias íntimas. Sólo es capaz de entregarnos cuadros de una imperfección encantadora.

RudolfArnheim.—Los dibujos de los niños pequeños no contienen indicación alguna de un concepto de espacio unificador aunque sus elementos a menudo se distribuyen con un sentido sorprendente del ritmo y del equilibrio. Las figuras aisladas flotan siguiendo cualquier dirección y en algunos casos, incluso las distintas partes de un cuerpo se esparcen irregularmente. El niño dibuja espontáneamente figuras invertidas o gira el papel sin hacer caso del cambio de dirección.

PTurina.—A nosotros nos produce sonrisa ver aspectos “cómicos” en sus interpretaciones. Pero él no sonríe ante sus cuadros. No ha hecho nada cómico, nada divertido. Su incipiente saber y la fantasía, no la del artista, domina en él porque el niño no es artista, es sólo fantástico y no transfigura por arte. Lo que va de su retina al cerebro es una línea de información infantil. Su ojo no tiene estructura artística, está formándose, y sólo es capaz de ver con ojos de niño, y luego dibujar con manos de niño. Su espontaneidad es instantánea, sin antes ni después. Y es definitiva. El niño no corrige, no vuelve sobre el mismo cuadro para seguir pintando sobre él después de haberlo dejado, ya sea unas horas después, al día siguiente, o cuando sea. Su trabajo es un juego momentáneo sin mañana. Queda contento realizando rápidamente y de una vez. Mientras no se corrige lo pintado se es niño. Ser adulto es volver sobre ello, corregir, borrar, demorar. El adulto que quiere expresar hace todo eso. Si es escritor, pintor, artista de cualquier especialidad rehace, borra, insiste, sabe esperar. El niño no sabe esperar. Difícil por ello es que aceptemos la entrega fácil de sus problemas en dibujos hechos tan a la carrera. La experiencia íntima de las emociones conscientes viene cuando ya se ha dejado de ser niño.

JulioCaroBaroja.—Toda voluntad de representación se halla encajada en un ámbito cultural. Por eso es falsa la postura de los psicólogos y etnólogos que quieren incluir en un mismo bloque el arte de los pueblos primitivos y el arte infantil. El niño de los países civilizados maneja, desde que comienza sus torpes tentativas, una serie de substancias y ve una serie de formas (más o menos artificiales) bastante distintas a las usadas o vistas por el primitivo. Cuando el primitivo ejerce su voluntad de representación, no es al capricho y por tanteos inhábiles. Puede efectuar su labor por puro placer estético o por fines utilitarios, religiosos, etc. En cada caso la obra está cargada de una intención particular.

PTurina.—Que sólo vemos lo que somos, lo demuestra más qué nadie el niño, El infante no escribe su pintura, no la lee ni menos, la relee. Su impulso psíquico no es el mismo que el del primitivo. Falta ese “algo”, ese motivo intenso detrás del grafismo y del color. Si preguntamos a un niño. — ¿Por qué hiciste esto?, responde: “Porque sí”. Bien claro dice tal respuesta que sus dibujos no están apoyados en intenciones. Y aun cuando los niños de hoy participen seguidamente en Concursos, con temas dados. su voluntad de representación es forzada. Un escolar entrevistado en Radio Portales, a propósito del Concurso del Año Santo, en noviembre de 1974, dijo: —"Yo no tenía ganas de dibujar. La Madre me dijo que tenía que hacerlo. Me dio un Catecismo”. Un par de años antes, en el Chile socialista, los profesores en Coya hicieron un Concurso y premiaron a una niña de 10 años que dibujó varios ataúdes de los muertos del 1 de mayo. Eso sí que fue falso, que fue inculcado. ¿Cómo iba a saber la niña, que en Estados Unidos de Norteamérica, un primero de mayo, murieron obreros por motivos laborales y que en esa lucha social se produjeron hechos trágicos? Además, esa no es una enseñanza adecuada para niños Ellos no gritan por este tipo de vindicaciones, tampoco son trágicos para dibujar. Aunque veamos alguna vez en una pintura infantil una carroza mortuoria, tal escena para ellos es sólo un teatro de la calle que se ha visto al pasar.

LauraRodig.—Cuando inicialmente como profesora de artes plásticas me enfrente con niños, buscando objetivar, hallar un camino, mostré naranjas, limones, remarcando su volumen, desgajándolos luego para hablar de su sabor, de su perfume, de la trayectoria de su vida vegetal hasta ese mismo instante. Pero los niños me enseñaron que no era posible representar objetivamente aquellos frutos, en “naturaleza muerta” y que inevitablemente tendrían que manifestarse las incitaciones vivas de la tierra: el limonero florecido, o “alguien” plantándolo.

PTurina.—La maestra supo entonces “que los niños enseñan”, tomó más en serio su oficio y aprendió a cuidar la pureza infantil, incontaminada, traspasada de una puerilidad ajena a la docencia. Fue el momento de captar que cuando el niño cae bajo la influencia de la enseñanza escolar, la originalidad se esfuma y que al responder a modelos nace la monotonía del deber impuesto.

CarlGustavJung.—Podía dibujar todo lo que interesaba a mi fantasía. Pero en la escuela tenía que dibujar reproducciones de divinidades griegas con los ojos cegados, y como las cosas no iban bien, mi profesor creyó que necesitaba algo más natural y me puso ante una cabeza de cabra. Me negué rotundamente a realizar esta tarea y esto puso fin a mis clases de dibujo.

PTurina.—La copia, cuando se inicia la etapa imitativa, es un recurso no tan censurable para guiar la educación plástica. El adulto puede entrometerse inteligentemente, de alguna manera, en lo que el niño dibuja. No es aconsejable prohibir absolutamente. Al pequeño en cierto modo le gusta ser guiado, ser respaldado. Es dócil a insinuaciones mejoradoras. Si podemos enseñar cómo se toma la cuchara, una taza o un plato, cómo es más fácil y mejor vestirse o desvestirse, andar en triciclo, o comer, o sentarse peinarse, limpiar, insinuándolo y haciendo ver lo que es correcto ¿por qué no en el momento justo de las posibilidades plásticas? Katrina, de cuatro años no sabía hacer casas y cuando se le hizo una, aprendió en seguida a dibujarlas, muy contenta, pintándolas con los colores que ella elegía y llenándolas de detalles propios.

PietroMelecchi.—Antes se enseñaba simplemente dibujo; ahora se imparte —o debiera impartirse— la “educación artística”, es decir un conjunto de actividades coordinadas entre profesores y alumnos para enseñar y aprender mediante el arte mismo. Cuando un maestro es serio, logra movilizar la energía creadora del niño.

PTurina.—Los “avanzados” sociales se indignan porque los niños de hoy sigan dibujando la casa elemental y culpan al adulto de este absurdo y hasta consideran una minusvalía social que el niño no sepa más que, de estas humildes casas. Las posibilidades gráficas de un pequeño lo llevan a trazar la casita de un piso, con una puerta, pocas ventanas y otras características muy suyas. El sol y las casas de los niños de cualquier medio social son de parecida factura. Imposible dibujar rascacielos. Los niños de antes dibujaban la simple casita y nadie culpaba a la enseñanza de profesores, retrógrados esta aberración. Antes, también existían catedrales y palacios espectaculares y él niño de cortos años, aunque fuera a París, donde está la Catedral de Notre Dame, aunque fuera a Granada donde se encuentra La Alhamba, dibujaba la modesta casita a la que lo induce su infancia. El lenguaje gráfico del pequeño es “bisilábico” o “monosilábico”, y así como, oralmente no puede hacer frases complicadas, no puede dibujar cosas-frases que son las de muchos pisos y muchas ventanas y muchas dificultades para su rudimentario lápiz. El pequeño no copia lo que su ojo percibe. Actúa sin mirar el modelo. Le decimos; “píntame”, y nos dibuja sin mirarnos ninguna vez. No le interesa vernos ni copiarnos. Aunque la intención representativa es mayor en los niños de capas sociales más elevadas, no dibuja el edificio de departamentos en que vive.

AntonioRomera.—Alrededor de los doce años aparece la etapa imitativa. En resumen: lo mejor de la pintura infantil es lo realizado en edad temprana. Más tarde la ternura y el milagro inventivo se esfuman. Nacen los aprendices de pintores con todos los rasgos negativos.

PTurina.—Los niños hacen caber en el cuadrangular de una hoja de papel, diferentes planos de visiones sucesivas, o detalles que a simple vista no se ven. Bien pueden poner de frente lo que está detrás, delineando en la hoja de papel el más allá de la realidad encuadrada, mezclándola en planos superpuestos, diagonales, en escorzo, o con tamaño de cercano lo que está lejos. Sabedor de otras perspectivas, no ignora que “eso” también está allí, y lo coloca de alguna manera, sin respetar la perspectiva única, usando, la visión múltiple del ojo que es estereoscópico y móvil, que se amplía aún más con el movimiento de la cabeza. El niño, además, hace actuar el realismo subjetivo. Quiere que en su cuadro quepa más de lo que realmente cabe en él. Lo que se ve se suma a lo que se sabe. Ninguna totalidad de paisaje o de cualquier motivo cabe en un cuadro, ni en una fotografía. ¿No está acaso lo ya visto en lo que se está viendo? ¿La retentiva y el sentimiento no complementan acaso el presente con lo que —ya es pasado o está por suceder? He visto una pintura de niño en que una carroza fúnebre va en tránsito hacia el cementerio, estando todavía distante de él, sólo que el niño pinté la carroza en medio de una calle, colocando el cementerio en un extremo de la cartulina, puesto que ese era el fin lógico de la trayectoria. El realismo del recuerdo y la imaginación, que proyecta también: el futuro inmediato integrando el presente está en la pintura de los niños más crecidos.

AntonioRomera.—La particularidad común a todos los niños es la presencia de un color libérrimo. Este no es nunca razonado.

PTurina.—Los colores que los niños eligen caen en el diagnóstico de especialistas, en otro sentido.

KäteMoslé.—Los niños que muestran preferencia por el rojo pueden tener un sentido exagerado de su propio valer. No les importa infringir las normas de conducta.

PTurina.—Otros aseguran que utilizar el rojo es un signo clásico de agresividad y que el gusto por el negro, el azul y el café oscuro delatan un temperamento negativo, mientras que los niños alegres y optimistas colorean con mucho amarillo. ¡Qué niño no siente atracción por el rojo! También los dóciles y humildes. Preferir colores oscuros. ¿Significa perturbaciones angustiosas? Los colores oscuros marcan más y se busca el azul desechando el amarillo, para armar el trazo. Y al diluir colores, con el dócil pincel, más de una vez resultan débiles por la impericia del pequeño manipulador, sin ningún cálculo para la proporción de agua que diluye la acuarela.

AntonioRomera.—Se sabe que “todos" los niños pintan con mayor o menor fortuna. Dicha condición se atenúa a medida que el niño va dejando de serlo.

PTurina.—Cuando asoma la pubertad o la adolescencia y se entra en el período de la elección, el juego pictórico se disuelve y cuando el quehacer expresivo no nace, se deja de pintar porque “son cosas de niño”. Luis Pasteur, sobresaliente químico descubridor de la vacuna contra la hidrofobia y otros notables descubrimientos, de niño y de joven sobresalió en el dibujo. Tenía condiciones de retratista. Hizo muy buenos retratos de miembros de su familia, lo que después no cultivó.

CharlotteBühler.—El dibujo, lo mismo que el talento musical y el mecánico, se observa frecuentemente muy pronto. Muchos niños, infinidad de niños, no se desarrollan después de manera que justifiquen las esperanzas que despertaron en sus primeras actuaciones. Existe el hecho asombroso que un gran porcentaje de niños que se interesan por cosas mecánicas y trabajos manuales, que pintan y dibujan tan bien, que parecen ser una promesa, son como adultos incapaces de desarrollar en forma sobresaliente estos talentos especiales. La respuesta es que las actuaciones de la infancia son una expresión de viveza e iniciativa mental general, más que un talento especial en una dirección dada. Es muy poco frecuente que funcionen pronto los talentos específicos.

PTurina.—A los pintores no les parece muy bien que se diga “niños pintores”. Se sienten disminuidos porque esta rama del arte la pueden compartir con niños. A los padres y familiares les parece demasiado bien, y están prontos a creer que el niño que pinta entusiastamente y con cierta facilidad va a ser un talento pictórico. El destacado, pintor chileno Camilo Mori, estuvo lejos de ser un fervoroso dibujante.

CamiloMori.—No pinté ni dibujé hasta los siete años. Más que dibujar me gustaba que me hicieran dibujos. Sentía admiración por los que hacía mi padre. Se los pedía incansablemente. Después supo que no eran buenos. Pero en mi infancia, ¡cuánto los admiré! Tanto como los de un compañero, copista de esas señoras con grandes sombreros y carteras, de los catálogos de modas parisienses que en esa época llegaban desde la distante Europa, tentando a las, damas para encargar indumentarias a las grandes tiendas de mo­das de París. Estos dos seres son los que llenaron mi infancia de dibujos, mientras yo apenas me atrevía con algunos retratos y caricaturas de menor atracción.

PTurina.—El marinista argentino Benito Quinquela Martín no pintó tempranamente. Nadie habría pensado que Matisse sería pintor. De niño jamás dio señales especiales de inclinaciones artísticas. El presente del niño es el más improbable de los futuros.

 

 

 

 

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© Karen P. Müller Turina