Artículos
Pepita
Turina
GABRIELA
Y SUS RECADOS
Diario
La Nación, Santiago de Chile, (Sección de
libros), domingo 19 de mayo de 1946, página
2
Escribió
cuatro artículos con este mismo título,
tienen variaciones entre ellos:
Gabriela y sus recados. Diario
La Nación, (Sección de libros). Santiago
de Chile, domingo 19 de mayo de 1946,
página 2
Gabriela y sus recados. Revista
Atenea año XXVI, Nos 289-290, Universidad
de Concepción, Concepción, Chile, julio-agosto
1949, pp. 194-197.
Gabriela
y sus recados.
[firmado Josefa Turina] Revista INBA.
Santiago de Chile, septiembre 1960,
p. 18
Gabriela Mistral y sus recados.
Diario El Mercurio, Santiago de Chile,
domingo 18/4/1976, p. V
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Esta
en muchos de nuestros escritores la realidad
chilena. Eminentes poetas y prosistas tienen
nuestro mar, nuestra montaña, nuestra vegetación
y la manera de ser de los habitantes de esta
tierra.
El
nacionalismo, el patriotismo, el regionalismo,
son palabras de aplicación adecuada a gran parte
de nuestra literatura. Pero en Gabriela Mistral
hay un rango de lo permanente es su chilenidad,
que es otra fragancia emergida desde tantos
puntos de la tierra a los que su destino o su
gusto ha hecho elegir en sus afanes de viajera.
Los
verdaderos artistas pueden dar calidad a cualquiera
asunto. Ella la ha dado en sus versos de amor
o de muerte, en sus versos de maestra o de madre
y, como prosista excelsa en esas prosas publicadas
y reproducidas en diarios y revistas, que ella
titula RECADOS.
En
ellos ha entregado un constructivismo propio,
rico en sugerencias y en amor a la patria, estructurado
en un estilo que es muy suyo, y que tiene, indudablemente
una musicalidad, un valor fonético y emotivo
que le pertenece exclusivamente y que ha sido
el testimonio más elocuente de su capacidad
para tratar los más diversos temas.
Ella
que está anegada de expresividad, ella que ha
sido la intérprete de las madres sin destino
poético, también lo ha sido de las cosas de
Chile y de América, con todas las razones emotivas
que son siempre grandes razones.
El
ejercicio de esta prosa de los RECADOS, no impresiona
como apasionado, sino más bien como un ademán
retratista, poderoso en atisbos de observaciones
y recuerdos con resonancia comunicativa del
saber innato, con un embellecimiento trabajado
de lo natural. Aquí no se encuentra lo que está
poesía; el sentimiento del amor triste y castigado,
lo predilecto de la infancia y la alucinación
del horizonte maternal como una línea de luz
que se adentra por los ojos y la sensibilidad
de una contemplativa. En una prosa en que no
está su poesía, representa una creación como
en estado de milagro, que no copia nada objetivo
y lo hace sentir todo; lo hace como sentir y
palpar.
La
verdad literaria, para tantos, es una falsedad.
Gabriela Mistral, como prosista, ha hecho en
los RECADOS la confidencia de la tierra y del
continente suyos, que tantos desconocen y que
sin ella no hubieran sospechado; y en ellos
no ha faltado tampoco un logrado empeño de los
problemas sociales, dichos con voz entera y
singular maestría.
En
eso, que es Gabriela Mistral es un estilo de
escritora, vive la exigencia personal que ha
encontrado una riqueza idiomática audaz, americanista,
chilena, saturada tanto de modismos regionales
y del habla castiza de su valle de Elqui, como
de la búsqueda intelectual que entrega una musicalidad
para su manera de sentir los temas elegidos.
Sus
ideas tienen un tono, ese tono que cada escritor
entrega desde sí para su dicha. No se puede
pedir a nadie más que su idea y su estilo. Y
en la idea y el estilo de Gabriela de nuestra
Gabriela, existe el valor de un mensaje, con
intima intensidad.
Los
RECADOS, biográficos demuestran el relieve de
la persona elegida, que induce a no olvidarla
porque Gabriela habló de ella, con su voz peculiar.
Los
RECADOS descriptivos pertenecen a un rango de
literatura terrígena, vigorosa y sorprendente,
cuyo escenario principal ha sido América, hablada
como puede expresarse en el acento de la raza
y de la tradición.
Su
orfebrería de metal americano, es el gran arte
de la descripción, una descripción que no es
lente fotográfico sino de mágica interpretación
de lo que existe, cuando habla del copihue,
flor emblemática chilena y de otros frutos del
continente, dice así (en fragmentos):
“Me
conmueve la metáfora popular que hace de nuestra
flor la sangre de los indios alanceados; pero
yo no quiero repetirla para no mentirme. El
copihue no me recuerda la sangre sino el fuego,
el cintarazo del fuego libre y la llama casera;
el fuego fatuo y el diurno; el bueno y el malo:
el fuego de todos los mitos”.
“Tanto
como el copihue resulta inhábil para búcaro
y ramo, es válido para guirnalda; más que esto,
él es la guirnalda natural y por excelencia,
lograda sin la rosa clavadora y sin el jazmín
duro de arquearse”.
“Procuraré
decir mi copihue indio, y decirlo por regalárselo
a quien lea y me doy cuenta al terminar de la
inutilidad del empeño. Nadie da en palabras
ni la flor ni la fruta exóticas. Cuando un mexicano
me contó en Chile su “mango” de oro, yo no recibí
contorno, ni jugo de la bella drupa, y aprender
sólo es recibir; cuando en Puerto Rico me alabaron
la pomarosa; tampoco entró por mi boca el bocado
oloroso ni crujió entre mis dientes. Es la voluntad
de Dios que cada fruta y cada flor sean iniciaciones
directas. “Saberlas” quiere decir aspirarlas
y morderlas; y como para mí la novedad de cada
especie frutal o floral vale tanto como la de
un país, y nada menos, digo a quien leyó que,
si desea tener el copihue chileno, vaya a verlos
a Cautín y lo compre en las estaciones de ferrocarril
sino que llegue hasta el bosque y lo desgaje
allí mismo con tirón ansioso”
Cuando
desde Petrópolis de Brasil, Gabriela nos dice
su Recado sobre la Alameda chilena, vive el
álamo y su sombra y su camino.
Gabriela
Mistral es quien es y quien merece ser. Sus
RECADOS no son los que aquí llamamos “simpáticos”.
Hay en ellos un intelectualismo que ofrece dificultades
a los espíritus de poco calado. Su agradabilidad
no es para deleitar a la manera fácil. Yo me
acuerdo de las preguntas de las negaciones cuando
poco se la defendía de los conceptos torpes.
Yo me acuerdo de las sonrisas de duda de que
alguien “ entendiera” a Gabriela Mistral. Yo
me acuerdo de la ignorancia de los que no la
alcanzaban y creían que nadie era capaz, honradamente
de gustarla, menos de regustarla, y más que
eso de adorar sus escritos y llevarlos como
un gozo secreto y atractivo.
Esa
Gabriela que para muchos no merece el premio
Nobel, porque “tiene tan pocos libros”, ha dispersado
esas valiosas hojas de los RECADOS, perdidas
en los diarios y revistas que difícilmente se
guardan y forman cuerpo de labor. Esas valiosas
hojas hace falta que sean cosidas para formar
el bloque más amable del volumen que tiene mejor
cabida en las bibliotecas y en los hogares,
que se amolda mejor en el hueco de la mano y
que forma más cuerpo para convencer a los incrédulos.
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