Pepita TURINA
o
la vida que nos duele

Juan Antonio Massone

 

Pepita TURINA
o
la vida que nos duele

Juan Antonio Massone

LA CIUDAD LLAMA

(Teatro irrepresentable)
(1941)

           No es sólo un relato de teatro irrepresentable en que los mundos campestres y urbanos se oponen, se contradicen y se niegan; además existen en él oposiciones más profundas. En primer lugar, el pasado y el presente representados por el padre y su hijo. Ambos tienen los ojos destinados a ver lo que alcancen a descubrir en la amplitud o escasez de un mundo en el que los acontecimientos muestran actitudes y respuestas divergentes, porque las instancias temporales revelan y provocan efectos distintos, acentuados según sea el lapso en el que se viva o muera más. Un segundo aspecto de conflicto o de llamado reside en el deseo de uno de los personajes en lograr una vida mejor, más justa, más libre, asumiendo cierta actitud combativa para lograr sus propósitos, motivo alegrador para el padre: “Yo estoy muy contento, hijo. Tú luchas aún. Debemos ir contra los que no nos quie­ren y nos niegan”.

          Una vez más se nos muestra al pensamiento como núcleo valorativo de los relatos de Pepita Turina. Los personajes dicen y es ello lo que atrae y envuelve con intensidad a los otros aspectos. Por ejemplo, cuando el hijo exclama su convicción optimista: “El egoísmo, el egoísmo que es instinto, que es la vida que no quiere morir, que no quiere desasirse. Es la satisfacción de entregarse y de que se nos entreguen. Es el complemento de las mitades que se juntan. Hay que estar unidos siempre”.

          Lo cierto de todo en este cuento está cimentado en la pujanza del joven por acceder a nuevo estado, lo que para ello le exige abandonar sitio, persona y usos laborales y lingüísticos, todo lo cual provoca una pena ostensible en su pro. genitor porque es un desligarse. Pero más allá de la apariencia sentimental que pudiéramos haber insinuado en lo anteriormente dicho, lo más importante consistirá en cierta inevitabilidad de la evolución de las edades del hombre en cuanto éstas vayan asumiendo actitudes, valoraciones, destinos, que hagan de los hechos una tendencia inexorable de lejanía y peligro:

          "Me lo llevará. Es lo ineludible. Tiene que ser así. ¿Por qué tiene que ser así? Antes los hijos no se iban nunca de nuestro lado. Antes era todo más bonito, más tranquilo. Mi padre, sus huertos frutales; mi madre, las largas caminatas por las alamedas…"

          No obstante todo el reconocimiento de la situación y de ese “hicieron bien en irse”, la duda y el temor avivan en el padre sentimientos de constancias previstas dolorosamente: “Mi hijo es bueno, los quiere… El los ayuda, los defiende, los cuida. ¿Por qué habrían de matarlo? ¿Pero quién cuidará de él, quién cuidará a mi hijo de las asechanzas de los perversos? ¿Estos? Ellos no, eso nunca, éstos nunca, éstos nunca…“

          La ciudad llama quizás si para dar una vida que habrá de engullir tarde o temprano a sueños y labores de los hombres más honestos.


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© Karen P. Müller Turina